jueves, 29 de abril de 2010

El Hombre Frívolo

Por G. K. Chesterton
en "El hombre común y otros ensayos sobre la modernidad"

Por una de esas extrañas asociaciones que nadie consigue entender nunca, un gran número de personas ha llegado a creer que la frivolidad tiene algo que ver con el placer. Realmente, nadie puede divertirse verdaderamente si no es serio.
Hasta aquellos que por lo común consideramos pertenecientes a la clase social que podríamos llamar «mariposa», verdaderamente sienten más placer en los momentos de crisis que en potencia son trágicos. Para poder disfrutar de la broma más sutil y halada, el hombre debe estar arraigado a cierto sentido básico del bien de las cosas; y el bien de las cosas significa, por supuesto, la seriedad de las cosas. Para disfrutar aunque sea de un pas de quatre en un baile de abono, un hombre debe sentir en ese momento que las estrellas bailan con la misma melodía.
En las antiguas religiones, la gente creía en verdad que las estrellan bailaban con la melodía de sus templos; y que bailaron como nadie lo ha hecho desde entonces. Pero el placer completo, el placer sin vacilaciones, sin contratiempos, sin arriere pensée, sólo lo disfruta el hombre serio. El vino, dicen la Escrituras, alegra el corazón del hombre, pero sólo del hombre que tiene corazón. Y también eso que llamamos buen ánimo es posible sólo en las personas animosas.
Todos conocemos al hombre verdaderamente frívolo, al hombre frívolo que actúa en sociedad, y todos los que lo conocemos sabemos que, si tiene una característica más saliente que otra, es su pesimismo. La idea del hombre a la moda, alegre, atolondrado, intoxicado con deleite pagano, es una ficción debida enteramente a la inventiva de la gente religiosa que jamás encontró a un hombre así. El hombre del placer es una de las fábulas piadosas. Los puritanos le han dado demasiado crédito al poder que tiene el mundo para satisfacer el alma; al admitir que el pecador es alegre y atolondrado, han dejado de lado la parte más sólida de su tesis; realmente, el puritanismo, por lo común, cae en el error de acusar al hombre frívolo de todos los vicios que no le corresponden. Dicen, por ejemplo (y es su frase favorita) que el hombre frívolo es «descuidado». En rigor de verdad, el hombre frívolo es muy cuidadoso. No solamente dedica horas enteras a la tarea de vestirse, y a otros asuntos igualmente técnicos, sino que también pasa una gran parte de su vida criticando y discutiendo asuntos igualmente técnicos. A cualquier hora del día, podemos sorprenderlo comentando si un hombre lleva la chaqueta adecuada o si otro hombre no tiene el tipo de vajilla debido; y respecto a estos asuntos, es mucho más solemne que un papa o un concilio general. Podemos describir su actitud como más bien triste que solemne, más bien desesperanzada que severa.
Podemos definir, aproximadamente, la religión como el poder que nos hace alegrar ante las cosas que importan. Con el mismo criterio, podríamos definir la frivolidad elegante como el poder que nos hace entristecer ante las cosas que no importan.
La frivolidad no tiene nada que ver con la felicidad. Actúa en la superficie de las cosas, y la superficie es casi siempre áspera y desigual. La persona frívola es aquella incapaz de apreciar en su totalidad el peso y el valor de nada. En la práctica, no aprecia ni siquiera el peso y el valor de las cosas que, por lo común, son tenidas como frívolas. No disfruta de un cigarro como el chicuelo de la calle disfruta de su cigarrillo; no disfruta de su ballet como el pequeño disfruta de Punch and Judy.
Pero, para hacer justicia con él, debemos admitir que no es el único frívolo; otras clases de hombres comparten con él el reproche. Así, por ejemplo, los obispos son generalmente frívolos; los hombres de Estado son generalmente frívolos; los pacifistas por motivos de conciencia son generalmente frívolos. Los filósofos y los poetas son, a menudo, frívolos; los políticos son siempre frívolos. Pues si la frivolidad es esa carencia de habilidad para comprender la plenitud y el valor de las cosas, debe de tener muchas formas además de esa que consiste en la mera veleidad y la búsqueda del placer. Muchísima gente tiene la idea fija de que la irreverencia, por ejemplo, consiste, fundamentalmente, en hacer bromas. Pero es muy posible ser irreverente con una dicción carente de la más leve falta de decoro y con el alma impoluta del más mínimo asomo de humor. La definición espléndida e inmortal de la verdadera irreverencia la encontramos en aquel mandamiento mal entendido y desatendido que declara que el Señor no considerará libre de culpa a quien toma su Nombre en vano. Se supone, vagamente; que esto tiene algo que ver con las bufonadas y la jocosidad y los juegos de palabras. Decir algo con un toque de sátira o de crítica individual no es decirlo en vano. Decir algo fantasiosamente como si fuera algún fragmento de las escrituras del País de las Hadas no es decirlo en vano. Pero decir algo con gravedad pomposa y sin sentido; decir algo de modo que sea al mismo tiempo vago y fanático; decir algo de manera que sea confuso al mismo tiempo que literal; decir algo de manera que finalmente el oyente más decoroso no sabrá por qué diablos fue dicho o por qué él lo ha escuchado; esto es, en el verdadero sentido serio de aquellas antiguas palabras mosaicas, tomarlo en vano. Los predicadores toman el Nombre en vano muchas más veces que los seglares. El blasfemo es, de hecho, fundamentalmente natural y prosaico, pues habla de un modo trivial de cosas que cree que son triviales. Pero el predicador común y el orador religioso hablan de modo trivial de cosas que ellos creen que son divinas.
Ésa es la violación de uno de los mandamientos; es el pecado contra el Nombre. Si quieren, tomen el Nombre desatinadamente, tómenlo en broma, brutalmente o con enojo, puerilmente, erróneamente; pero no lo tomen en vano. Usen una santidad para un propósito extraño y justifiquen ese uso; usen una santidad para algún propósito dudoso o experimental y juéguense por su éxito; usen una santidad para algún propósito bajo y odioso y sufran las consecuencias. Pero no usen una santidad sin propósito alguno; no hablen de Cristo cuando lo mismo podrían hablar del señor Perks; no usen el patriotismo y el honor y la Comunión de los Santos como relleno de un discurso vacilante. Éste es el pecado de frivolidad, y es lo que caracteriza principalmente a la mayoría de la clase religiosa convencional.
Así, volvemos a la conclusión de que la verdadera seriedad es mal recibida lo mismo entre los religiosos que entre los no religiosos, lo mismo en el mundo carnal que en el espiritual.

¿Es una virtud la frivolidad?

Por Francesc Torralba Roselló

La frivolidad es la gran virtud postmoderna, consiste en no tomarse nada excesivamente en serio, en evitar la confrontación dialéctica. Para el frívolo no tiene sentido la diferencia entre lo esencial y lo accidental, entre lo categórico y lo anecdótico, pues todo ello forma parte del mismo universo insoportablemente leve.

Así están las cosas
La frivolidad es la gran virtud postmoderna. Consiste en no tomarse nada excesivamente en serio, en evitar la confrontación dialéctica, en optar por una cultura de la representación por contraposición a la autenticidad como actitud vital. La frivolidad se relaciona íntimamente con la actitud superficial y epidérmica, con la práctica generalizada de la broma y de la boutade, en definitiva, es la antítesis a la profundidad de espíritu y a la seriedad como actitudes vitales.
Algunos filósofos postmodernos, apologistas del denominado pensiero debole, consideran que es la gran virtud que debemos enseñar a los niños en las escuelas, que es fundamental para evitar la caída en formas de fanatismos, intolerancias o fundamentalismos, que se debe cultivar, para ello, un pensamiento frágil, desprovisto de ideas fuertes, de sentimientos que tengan hondura o de creencias excesivamente vividas. La frivolidad tiene que presidir la vida pública, las instituciones educativas y, como no, los ámbitos de comunicación de masas.

En concreto
Esta tesis, muy extendida y muy practicada, se está imponiendo sutilmente en distintos entornos, de tal modo que todo lo que tiene peso, sustancia, ideología, forma de convicción o de creencia, o bien tenga la expresión de un sentimiento intenso u hondo, debe ser ecualizado y tamizado por la virtud de la frivolidad.

En ocasiones, se la compara con la templanza, que es virtud cardinal en los tratados de moral tradicional y que, junto a la justicia, la prudencia y la fortaleza se consideraba uno de los cimientos de la construcción moral de la persona. Pero, la frivolidad nada tiene que ver con la templanza, porque la frivolidad es una elocuente expresión moral del relativismo y del permisivismo postmoderno, mientras que la templanza es la capacidad de dominar y de controlar la expresividad del pensamiento, de la vida emocional y del lenguaje, considerando las consecuencias que ello tiene para uno mismo y para el otro.

Enseguida "hace agua"
La templaza nunca jamás es una casualidad, sino que es el resultado de un esfuerzo articulado a lo largo de tiempo, de un entrenamiento espiritual que debe mucho a la tradición estoica de la tranquillitas animae. La templanza no se contrapone a las creencias ni a las convicciones, sino que regula racionalmente la expresión o manifestación de las mismas.

La apología de la frivolidad es, sin embargo, contradictoria. Se explica por reacción al fanatismo y a la barbarie, pero la solución a tales lacras sociales no pasa por el cultivo de la frivolidad, que es su opuesto, sino, por el cultivo de auténticas virtudes, entre ellas, la de la prudencia. Frente a tales manifestaciones, no basta con la tibieza moral, no basta con una actitud tímida y permisiva, sino que se debe adoptar una actitud beligerantemente activa, pero, eso sí, sin sucumbir a ningún tipo de violencia, ni físico, ni psíquico.

Menos mal que no
Es evidente que las convicciones pueden ser peligrosas y que un ser humano nutrido por determinadas convicciones de orden político, social, religioso o económico puede convertirse en un arma mortífera, pero no toda convicción es igualmente peligrosa. Además, la sociedad abierta, el mundo civilizado, el Estado de derecho, sólo pueden subsistir como tales si los ciudadanos que los integran viven en su interioridad una constelación de convicciones fundamentales como el respeto a la vida, a la libertad, a la igualdad, como el sentido de tolerancia y de solidaridad para con los grupos más vulnerables del cuerpo social.

La frivolidad no puede ser considerada como una virtud, porque no es un hábito que perfeccione al individuo, sino un mal hábito que, en ocasiones, tiene graves consecuencias. Acaso, ¿Se puede frivolizar el valor de la vida humana? ¿O el valor de la libertad de expresión, de pensamiento, de creencias o de asociación? ¿Se puede frivolizar el deber de tolerar al otro? ¿Se puede frivolizar o banalizar el mal del inocente, el sufrimiento de un ser humano? ¿Se puede banalizar la muerte de un ser amado?

Pero algo hay que hacer
La frivolidad puede tolerarse cuando lo que está en juego no afecta las estructuras, ni los ejes fundamentales del tipo de sociedades que hemos construido, pero cuando uno se ríe o banaliza determinados núcleos conceptuales o valores esenciales de la vida democrática, la frivolidad se convierte en una pesadilla. Para el frívolo no tiene sentido la diferencia entre lo esencial y lo accidental, entre lo categórico y lo anecdótico, pues todo ello forma parte del mismo universo insoportablemente leve. Y, sin embargo, no es así, pues no todo tiene el mismo valor en la vida humana. Además, el frívolo incurre en una contradicción lógica. Si es consecuente con su actitud, debe evitar de caer en la defensa beligerante de la frivolidad; tiene que ser igualmente frívolo y aceptar que otro pueda considerar frívolamente su frivolidad. Paradójicamente, se desarrollan apologías de la frivolidad con una intensidad y celo que no dejan de maravillarnos.

La sociedad futura depende, esencialmente, de los procesos educativos que ahora y aquí tienen lugar, en las familias y en las escuelas. No debemos permitir, de ningún modo, la extensión de la frivolidad, ni la imposición de un pensamiento débil a las generaciones venideras, sino que debemos comunicar las convicciones elementales, los valores morales mínimos, debemos garantizar su arraigo y su apropiación, pues sólo, de este modo, se puede esperar razonablemente calidad social, moral y política para nuestras sociedades futuras.

lunes, 22 de febrero de 2010

Reconciliación en San Pablo

2 Corintios 5
14 El amor de Cristo nos urge, al considerar que si él murió por todos, entonces todos han muerto. 15 El murió por todos, para que los que viven no vivan ya para sí mismos, sino para él, que por ellos murió y resucitó.
16 Así que nosotros no miramos ya a nadie con criterios humanos; aun en el caso de que hayamos conocido a Cristo personalmente, ahora debemos mirarlo de otra manera. 17 Toda persona que está en Cristo es una creación nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha llegado. 18 Todo eso es obra de Dios, que nos reconcilió con él en Cristo y que a nosotros nos encomienda el mensaje de la reconciliación.
19 Pues en Cristo Dios estaba reconciliando el mundo con él; ya no tomaba en cuenta los pecados de los hombres, sino que a nosotros nos entregaba el mensaje de la reconciliación. 20 Nos presentamos, pues, como embajadores de Cristo, como si Dios mismo les exhortara por nuestra boca. En nombre de Cristo les rogamos: ¡déjense reconciliar con Dios! 21 Dios hizo cargar con nuestro pecado al que no cometió pecado, para que así nosotros participáramos en él de la justicia y perfección de Dios.

jueves, 28 de enero de 2010

Cántico de la Caridad

Para el que quiere crecer en el amor... qué mejor que la aproximación de San Pablo:

I Corintios, 13

1. Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe.

2. Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy.

3. Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha.

4. La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe;

5. es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal;

6. no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad.

7. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta.

8. La caridad no acaba nunca. Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la ciencia.

9. Porque parcial es nuestra ciencia y parcial nuestra profecía.

10. Cuando vendrá lo perfecto, desaparecerá lo parcial.

11. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño.

12. Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido.

13. Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad.

miércoles, 27 de enero de 2010

Pretextos de un taxista para la Ira

Es real que para manejar en Lima en hora punta hay que ser muy pacientes. Pero hoy al venir al trabajo, realmente no nos demoramos tanto, aunque esto no impidió que mi buen taxista explote de amargura.

En cada cola de carros un venenoso silencio, de esos que sabes que están sulfurando por dentro; luego un ciclista se le cruzó y al final otro conductor le tocó el claxon.

Nada espectacular, he tenido peores viajes al trabajo, pero nuestro taxista no estuvo listo para enfrentar los caminos de Lima en hora punta.

Es interesante ver como algunos están más dispuestos a la ira que otros. Y es notorio que en algunos la ira es un recurso cotidiano, que en aras de "la justicia" (porque siempre tiene sus excusas) se deja caer sobre los demás, sin darnos cuenta que siempre es uno mismo quien se perjudica más al consentirla.

A la larga pienso, que algo debe tener la ira que la haga tan cotidiana, quizás ese placer de sentirse resarcido, de quien que siente que ha recuperado su dignidad al destruir al resto. Para algunos puede ser muy suculento, y todas las circunstancias solo pretextos para deleitarse con este amargo manjar que daña el estómago y el corazón.

Egocentrismo en la maternidad

"Mira este pollito, qué bonito!! vamos a pintarlo...
- No mamá, la miss dijo que no lo pintemos
- Hay pero qué feo queda sin pintar

- ya en clase...

- Luchito, por qué pintaste el pollito?"

A veces, cuando no se ha reconocido el egocentrismo como un vicio espiritual durante la juventud, éste se mantiene y encuentra plasmaciones diversas en las distintas facetas de la vida de cada uno. Así como en el ejemplo de arriba, la buena madre, en su afán de ayudar en todo a su hijo, termina por invadir la vida del pequeño pensando que ella tiene todas las soluciones para la vida del muchacho y el deber ingenuo de evitar que sufra en lo más mínimo en la vida.

Durante el crecimiento del pequeño lo cansará con consejos para su vida en los que brilla ella como protagonista, resultando sin querer un anuncio de uno mismo en vez de anunciar la vida modélica del Señor Jesús, esto último, plasmación doméstica del apostolado y deber de toda madre cristiana. El pequeño entenderá a qué se refiere, pero le quedará la molestia de percibir la vanagloria de su madre.

Aclarando un poco, una madre tiene toda la buena intención de formar bien al enano, pero el egocentrismo es el enemigo a la espalda que le cobrará una buena suma, en los momentos más importantes de la formación de su hijo.

martes, 26 de enero de 2010

El Agnosticismo: Información General

El agnosticismo es la posición filosófica según la cual es imposible conocer sobre la naturaleza o la existencia de Dios. El término fue acuñado en 1869 por Thomas H Huxley del griego agnostós ("no conoscible") para referirse a su propia convicción de que es imposible el conocimiento en muchas materias religiosas. El agnosticismo, por lo tanto, se refiere a cuestiones de Epistemología, ó teoría del conocimiento humano; considera válido solamente el conocimiento proveniente de una experiencia corriente e inmediata. El agnosticismo es distinto tanto del ateísmo como del escepticismo: los ateos rechazan la creencia en la existencia de Dios, en tanto que los escépticos tienen la fuerte sospecha o estimación probabilística de que Dios no existe. Los agnósticos se niegan a hacer tales juicios.

La posición agnóstica es tan antigua como la filosofía y se la puede remontar a los pre socráticos y a los escépticos de la Grecia antigua. En épocas modernas el agnosticismo prevalesció durante los siglos XVIII y XIX, principalmente debido a que el creciente volumen de información científica parecía contradecir la posición bíblica, y debido al desacuerdo de teólogos y autoridades eclesiásticas sobre el uso de la crítica textual e histórica en la interpretación de la Biblia. Muchos de los mejores filósofos conocidos han sido agnósticos, entre ellos Auguste Comte, Guillermo James, Immanuel Kant, George Santayana y Herberto Spencer.

Thomas E Wren, De

Cultura de Muerte: Agnosticismo Funcional y Secularismo

A continuación un fragmento del Texto: La cultura de muerte: agnosticismo funcional y secularismo, del Cardenal Norberto Rivera Carrera



12. Aumenta en América Latina el fenómeno de la no-creencia, y preocupa a la Iglesia sobre todo por los que viven como si no fueran bautizados6.

El secularismo

13. «Una modalidad es el “secularismo” que niega a Dios, o porque sostiene que todas las realidades se explican por sí solas sin recurrir a Dios, o porque se considera a Dios enemigo, alienante del hombre. Esta posición secularista se debe distinguir del proceso llamado “secularización”, el cual sostiene legítimamente que las realidades materiales de la naturaleza y del hombre son en sí “buenas” y sus leyes deben ser respetadas, y que la libertad es para la autorrealización humana y es respetada por Dios»7.

14. La secularización, que reivindica una legítima autonomía del quehacer terreno y puede contribuir a purificar las imágenes de Dios y de la religión, desgraciadamente ha degenerado con frecuencia en la pérdida del valor de lo religioso o en un secularismo que da la espalda a Dios y le niega la presencia en la vida pública8.

15. La Iglesia asume el proceso de secularización en el sentido de una legítima autonomía de lo secular como justo y deseable según lo entienden la Gaudium et spes9 y la Evangelii nuntiandi10. Sin embargo, el paso a la civilización urbano-industrial, considerado no en abstracto sino en su real proceso histórico occidental, viene inspirado por la ideología que llamamos “secularismo”11.

16. El secularismo es un serio problema a la Nueva Evangelización por considerar a Dios incompatible con la libertad humana12 y a la religión como actitud antihumana y alienante porque separa al hombre de su quehacer terrenal. Además, negando la dependencia del Creador, conduce a las idolatrías del tener, del poder y del placer, y hace perder el sentido de la vida reduciendo al ser humano a sólo valor material13.

El indiferentismo religioso

17. En el aspecto religioso se constata una mentalidad secularista que va llevando, poco a poco, a las personas hacia el relativismo moral y hacia el indiferentismo religioso. El Papa Juan Pablo II señala, en la carta apostólica Tertio millennio adveniente, este aspecto como uno de los puntos que deben integrar el examen de conciencia en preparación del Jubileo del 2000: «¿Cómo callar, por ejemplo, ante la indiferencia religiosa que lleva a muchos hombres de hoy a vivir como si Dios no existiera o a conformarse con una religión vaga, incapaz de enfrentarse con el problema de la verdad y con el deber de la coherencia?»14.

18. Este indiferentismo se da en quienes, «o rechazan toda religión porque la consideran inútil o nociva para la vida humana y por eso no les interesa, o bien sostienen que todas las religiones son equivalentes y por tanto ninguna puede presentarse como única verdadera»15.

19. El progresivo indiferentismo religioso lleva a la pérdida del sentido de Dios y de su santidad, lo cual a su vez se traduce en una pérdida del sentido de lo sacro, del misterio y de la capacidad de admirarse, como disposiciones humanas que predisponen al diálogo y al encuentro con Dios. Tal indiferentismo lleva casi inevitablemente a una falsa autonomía moral y a un estilo de vida secularista que excluye a Dios. De la pérdida del sentido de Dios se sigue la pérdida del sentido del pecado, el cual tiene su raíz en la conciencia moral del hombre. Éste es otro gran obstáculo para la conversión16.

20. También el indiferentismo ofrece un desafío a la Nueva Evangelización porque suprime la raíz de la relación de la creatura con Dios, es decir, niega todo interés por la religión y con ello el compromiso de la fe, o porque reduce la figura de Cristo a ser un maestro moral o un fundador de religiones entre otras igualmente válidas, negándole el carácter de salvador único, universal y definitivo de los hombres17.

21. Así mismo, tanto el indiferentismo como el secularismo minan la moral porque dejan el compromiso humano sin fundamento para su valor ético, y por eso fácilmente caen en el relativismo y el permisivismo que caracterizan a la sociedad de hoy18.

Pérdida del sentido de la trascendencia

22. En su esencia, el secularismo separa y opone al hombre con respecto a Dios; concibe la construcción de la historia como responsabilidad exclusiva del hombre, considerado en su mera inmanencia. Se trata de «una concepción del mundo según la cual este último se explica por sí mismo sin que sea necesario recurrir a Dios; Dios resultaría, pues, superfluo y hasta un obstáculo. Dicho secularismo, para reconocer el poder del hombre, acaba por olvidar a Dios e incluso por renegar de Él. Nuevas formas de ateísmo —un ateísmo antropocéntrico, no ya abstracto y metafísico, sino pragmático y militante— parecen desprenderse de él. En unión con este secularismo ateo, se nos propone todos los días, bajo las formas más distintas, una civilización del consumo, el hedonismo erigido en valor supremo, una voluntad de poder y de dominio, de discriminaciones de todo género: constituyen otras tantas inclinaciones inhumanas de este “humanismo”»19, cerrado en sí mismo, sin sentido de trascendencia.

23. San Juan en el libro del Apocalipsis habla del origen de la creación con un sentido trascendente: «Eres digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado»20. Y San Pablo nos revela la meta o finalidad el Plan del Padre: «Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra»21. Sin Jesucristo, Alfa y Omega de nuestra historia, el hombre queda encerrado, sin sentido y sin vida.

Oscurecimiento de la conciencia moral. Doble pérdida: del sentido de Dios y del pecado

24. Como mencionamos anteriormente, de la pérdida del sentido de Dios y de la trascendencia se sigue lapérdida del sentido del pecado por el oscurecimiento de la conciencia moral. El pecado, como revelan las fuentes bíblicas, es ante todo ruptura con Dios, desobediencia a su Santa Ley22; pero es también ruptura y división entre los hermanos23. Para que pueda tener lugar la transformación del corazón, ha de existir una sensibilidad hacia el pecado. «Reconocer el propio pecado..., reconocerse pecador, capaz de pecado e inclinado al pecado, es el principio indispensable para volver a Dios... En realidad, reconciliarse con Dios presupone e incluye desasirse con lucidez y determinación del pecado en el que se ha caído. Presupone e incluye, por consiguiente, hacer penitencia en el sentido más completo del término: arrepentirse, mostrar arrepentimiento...»24.

25. El Papa Pío XII, en un mensaje dirigido al Episcopado de los Estados Unidos de Norteamérica, alertaba a los Pastores de la Iglesia con aquellas proféticas palabras: «El pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado»25. En esta misma línea, el Papa Juan Pablo II decía: «¿Tenemos una idea justa de la conciencia?... El hombre contemporáneo, ¿no vive bajo la amenaza de un eclipse de la conciencia?... ¿De un entumecimiento, o de una “anestesia” de las conciencias?»26.

26. En algunas partes un cierto abandono de la práctica frecuente del sacramento de la penitencia, tanto por parte de los fieles como por parte de los sacerdotes, no es sino la consecuencia lógica de esa doble pérdida, del sentido de Dios y del sentido del pecado27.

27. Elementos de diverso origen han favorecido este oscurecimiento de la conciencia. De tipo ancestral:superstición, magia, fatalismo, idolatría del poder, fetichismo y ritualismo. Por deformación de la catequesis:arcaísmo estático, falta de información e ignorancia, reinterpretación sincretista, reduccionismo de la fe a un mero contrato en la relación con Dios. Por acción del ambiente: secularismo difundido por los medios de comunicación social; consumismo; sectas; religiones orientales y agnósticas; manipulaciones ideológicas, económicas, sociales y políticas; mesianismos políticos; desarraigo y proletarización urbana a consecuencia del cambio cultural. Podemos afirmar que muchos de estos fenómenos son verdaderos obstáculos para la evangelización28.

28. En la religiosidad de los pueblos de nuestro continente no faltan, a veces, algunos elementos que son ajenos al cristianismo. En ciertas ocasiones éstos llegan a formar una especie de sincretismo construido sobre la base de creencias populares. En otros casos desorientan a los fieles, desviándolos hacia sectas o movimientos pararreligiosos. Todo esto es consecuencia de una conciencia deformada e ignorante de la verdadera fe29.

Pérdida del sentido de lo sagrado

29. Grandes sectores del laicado latinoamericano no han tomado conciencia plena de su pertenencia a la Iglesia y viven afectados por la incoherencia entre la fe que dicen profesar y practicar y el compromiso real que asumen en la sociedad. Divorcio entre fe y vida agudizado por el secularismo y por un sistema que antepone eltener más al ser más30.

30. Se percibe en las sociedades de nuestro continente un estilo de vida marcado por el materialismo y el consumismo que, lejos de proporcionar la felicidad buscada, produce una gran insatisfacción en los seres humanos. Muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo, movidos por el mero deseo de posesión y disfrute de los bienes materiales, experimentan en realidad un vacío interior que confirma las palabras de San Agustín: «Nos has hecho, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en Ti»31. Esta inquietud, presente en todo ser humano, «revela la universalidad en la búsqueda de sentido a la existencia humana que sólo encuentra su razón de ser en Jesucristo, revelación del Padre en el Espíritu»32.

31. El afán materialista lleva a perder el sentido de lo sagrado en lo personal y en lo comunitario. La misión de la Iglesia es atestiguar la existencia de Dios y la obra de Jesucristo, es la de ofrecer caminos de encuentro y comunión con el mundo sobrenatural.

32. Para cumplir esta misión sagrada la Iglesia cuenta con la liturgia, en donde ella expresa y vive su fe en el misterio, impregnando de lo sagrado al hombre en lo particular y como comunidad.

33. El misterio que celebramos en la liturgia es en primer lugar la obra de Dios, lo que Él obra en nosotros y por nosotros. La liturgia es una arquitectura inspirada por la Biblia y la Tradición, cincelada por la Iglesia como Esposa de Cristo. Hay que entrar en ella con actitud de servicio y no de manipulación. Se entra en la liturgia dirigiéndonos a Dios para recibirlo. La celebración está hecha esencialmente de escucha, acogida, obediencia. No es una palabra humana, sino una respuesta humana a la Palabra de Dios.

34. La liturgia no es el ámbito donde yo voy a desempeñar un papel. Es la casa en la que soy huésped. El actor del drama litúrgico no es el hombre, sino el Hombre-Dios, Jesucristo en persona.

35. Sin esta visión de fe, la liturgia no tiene ningún sentido: se parece a un extraño y penoso teatro, que desde luego no justifica una asistencia todos los domingos.

36. Nunca comprenderemos la liturgia. No porque no contenga nada comprensible, sino porque, dado que es el resultado de haber dado forma a los misterios de Cristo, nunca llegaremos a abrazarla toda. Es ella la que nos abraza.

37. La liturgia, que nos abre y pone en contacto con el Invisible, con el Misterio, se ha vuelto tan humanaque lleva a los cristianos a la búsqueda de lo espiritual en los cultos esotéricos, que lo ofrecen de modo adulterado.

38. Ha habido una época en que se creía que la desacralización acercaría a los fieles a la liturgia. Este error ha costado caro a la Iglesia. Si todo es sagrado, desaparece lo profano. Pero si todo es profano, desaparece lo sagrado. Hay que conservar una sana tensión entre la fe y el mundo, entre el cielo y la tierra. Que los domingos no sean como los lunes y que el lenguaje de la Eucaristía y demás sacramentos no se despoje de lo divino33.

39. «No se ha logrado aún plena conciencia de lo que significa la centralidad de la liturgia como fuente y culmen de la vida eclesial, se pierde en muchos el sentido del “día del Señor” y de la exigencia eucarística que conlleva... Aparecen quienes intentan apropiarse de la liturgia sin consideración de su verdadero sentido eclesial... No se atiende todavía al proceso de una sana inculturación de la liturgia; esto hace que las celebraciones sean aún, para muchos, algo ritualista y privado»34.

40. Todo esto genera una falta de coherencia entre la fe y la vida de muchos católicos. La falta de formación doctrinal y de profundidad en la vida de fe no sólo hace que muchos católicos sean presa fácil del secularismo, el hedonismo y el consumismo, sino que incluso los vuelve incapaces de evangelizar la cultura moderna35.

Agnosticismo Funcional

Las raíces filosóficas del agnosticismo comenzaron básicamente con dos pensadores y
filósofos: Descartes y Kant. Ambos pensadores examinaron la realidad de una manera similar y
llegaron a conclusiones semejantes:
· Descartes nos explica que la verdad no se encuentra en el objeto sino el sujeto. Es decir, yo
veo una mesa y la esencia de esa mesa no se encuentra en ella misma, sino en mí y en la
apreciación que yo tengo de esa mesa. La verdad depende del sujeto mas no del objeto.
· Kant poniendo en sistema el pensamiento de Descartes, creía que las cosas no pueden ser
entendidas en sí mismas. No pueden ser conocidas por medio del el “noumen” (lo que la cosa
es en sí misma) sino sólo a través del fenómeno (lo que nos aparece de cada cosa). Creía
que el hombre conocía las cosas según su modo de conocer, es decir el sujeto mismo le da
sentido a las cosas y no puede llegar a conocer la esencia de las mismas.

Duelo de Titanes

La reconciliación con los demás es una tarea difícil si no se tiene amigos verdaderos o que apuntan a serlo.



Director:
Writer (WGA):
Contact:
View company contact information for Remember the Titans on IMDbPro.
Release Date:
8 March 2001 (Peru) more
Genre:
Tagline:
They came together when their classmates and loved ones would not. more
y su trailer:

 
Design by Free WordPress Themes | Bloggerized by Lasantha - Premium Blogger Themes | Macys Printable Coupons