A continuación un fragmento del Texto: La cultura de muerte: agnosticismo funcional y secularismo, del Cardenal Norberto Rivera Carrera
12. Aumenta en América Latina el fenómeno de la no-creencia, y preocupa a la Iglesia sobre todo por los que viven como si no fueran bautizados6.
El secularismo
13. «Una modalidad es el “secularismo” que niega a Dios, o porque sostiene que todas las realidades se explican por sí solas sin recurrir a Dios, o porque se considera a Dios enemigo, alienante del hombre. Esta posición secularista se debe distinguir del proceso llamado “secularización”, el cual sostiene legítimamente que las realidades materiales de la naturaleza y del hombre son en sí “buenas” y sus leyes deben ser respetadas, y que la libertad es para la autorrealización humana y es respetada por Dios»7.
14. La secularización, que reivindica una legítima autonomía del quehacer terreno y puede contribuir a purificar las imágenes de Dios y de la religión, desgraciadamente ha degenerado con frecuencia en la pérdida del valor de lo religioso o en un secularismo que da la espalda a Dios y le niega la presencia en la vida pública8.
15. La Iglesia asume el proceso de secularización en el sentido de una legítima autonomía de lo secular como justo y deseable según lo entienden la Gaudium et spes9 y la Evangelii nuntiandi10. Sin embargo, el paso a la civilización urbano-industrial, considerado no en abstracto sino en su real proceso histórico occidental, viene inspirado por la ideología que llamamos “secularismo”11.
16. El secularismo es un serio problema a la Nueva Evangelización por considerar a Dios incompatible con la libertad humana12 y a la religión como actitud antihumana y alienante porque separa al hombre de su quehacer terrenal. Además, negando la dependencia del Creador, conduce a las idolatrías del tener, del poder y del placer, y hace perder el sentido de la vida reduciendo al ser humano a sólo valor material13.
El indiferentismo religioso
17. En el aspecto religioso se constata una mentalidad secularista que va llevando, poco a poco, a las personas hacia el relativismo moral y hacia el indiferentismo religioso. El Papa Juan Pablo II señala, en la carta apostólica Tertio millennio adveniente, este aspecto como uno de los puntos que deben integrar el examen de conciencia en preparación del Jubileo del 2000: «¿Cómo callar, por ejemplo, ante la indiferencia religiosa que lleva a muchos hombres de hoy a vivir como si Dios no existiera o a conformarse con una religión vaga, incapaz de enfrentarse con el problema de la verdad y con el deber de la coherencia?»14.
18. Este indiferentismo se da en quienes, «o rechazan toda religión porque la consideran inútil o nociva para la vida humana y por eso no les interesa, o bien sostienen que todas las religiones son equivalentes y por tanto ninguna puede presentarse como única verdadera»15.
19. El progresivo indiferentismo religioso lleva a la pérdida del sentido de Dios y de su santidad, lo cual a su vez se traduce en una pérdida del sentido de lo sacro, del misterio y de la capacidad de admirarse, como disposiciones humanas que predisponen al diálogo y al encuentro con Dios. Tal indiferentismo lleva casi inevitablemente a una falsa autonomía moral y a un estilo de vida secularista que excluye a Dios. De la pérdida del sentido de Dios se sigue la pérdida del sentido del pecado, el cual tiene su raíz en la conciencia moral del hombre. Éste es otro gran obstáculo para la conversión16.
20. También el indiferentismo ofrece un desafío a la Nueva Evangelización porque suprime la raíz de la relación de la creatura con Dios, es decir, niega todo interés por la religión y con ello el compromiso de la fe, o porque reduce la figura de Cristo a ser un maestro moral o un fundador de religiones entre otras igualmente válidas, negándole el carácter de salvador único, universal y definitivo de los hombres17.
21. Así mismo, tanto el indiferentismo como el secularismo minan la moral porque dejan el compromiso humano sin fundamento para su valor ético, y por eso fácilmente caen en el relativismo y el permisivismo que caracterizan a la sociedad de hoy18.
Pérdida del sentido de la trascendencia
22. En su esencia, el secularismo separa y opone al hombre con respecto a Dios; concibe la construcción de la historia como responsabilidad exclusiva del hombre, considerado en su mera inmanencia. Se trata de «una concepción del mundo según la cual este último se explica por sí mismo sin que sea necesario recurrir a Dios; Dios resultaría, pues, superfluo y hasta un obstáculo. Dicho secularismo, para reconocer el poder del hombre, acaba por olvidar a Dios e incluso por renegar de Él. Nuevas formas de ateísmo —un ateísmo antropocéntrico, no ya abstracto y metafísico, sino pragmático y militante— parecen desprenderse de él. En unión con este secularismo ateo, se nos propone todos los días, bajo las formas más distintas, una civilización del consumo, el hedonismo erigido en valor supremo, una voluntad de poder y de dominio, de discriminaciones de todo género: constituyen otras tantas inclinaciones inhumanas de este “humanismo”»19, cerrado en sí mismo, sin sentido de trascendencia.
23. San Juan en el libro del Apocalipsis habla del origen de la creación con un sentido trascendente: «Eres digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado»20. Y San Pablo nos revela la meta o finalidad el Plan del Padre: «Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra»21. Sin Jesucristo, Alfa y Omega de nuestra historia, el hombre queda encerrado, sin sentido y sin vida.
Oscurecimiento de la conciencia moral. Doble pérdida: del sentido de Dios y del pecado
24. Como mencionamos anteriormente, de la pérdida del sentido de Dios y de la trascendencia se sigue lapérdida del sentido del pecado por el oscurecimiento de la conciencia moral. El pecado, como revelan las fuentes bíblicas, es ante todo ruptura con Dios, desobediencia a su Santa Ley22; pero es también ruptura y división entre los hermanos23. Para que pueda tener lugar la transformación del corazón, ha de existir una sensibilidad hacia el pecado. «Reconocer el propio pecado..., reconocerse pecador, capaz de pecado e inclinado al pecado, es el principio indispensable para volver a Dios... En realidad, reconciliarse con Dios presupone e incluye desasirse con lucidez y determinación del pecado en el que se ha caído. Presupone e incluye, por consiguiente, hacer penitencia en el sentido más completo del término: arrepentirse, mostrar arrepentimiento...»24.
25. El Papa Pío XII, en un mensaje dirigido al Episcopado de los Estados Unidos de Norteamérica, alertaba a los Pastores de la Iglesia con aquellas proféticas palabras: «El pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado»25. En esta misma línea, el Papa Juan Pablo II decía: «¿Tenemos una idea justa de la conciencia?... El hombre contemporáneo, ¿no vive bajo la amenaza de un eclipse de la conciencia?... ¿De un entumecimiento, o de una “anestesia” de las conciencias?»26.
26. En algunas partes un cierto abandono de la práctica frecuente del sacramento de la penitencia, tanto por parte de los fieles como por parte de los sacerdotes, no es sino la consecuencia lógica de esa doble pérdida, del sentido de Dios y del sentido del pecado27.
27. Elementos de diverso origen han favorecido este oscurecimiento de la conciencia. De tipo ancestral:superstición, magia, fatalismo, idolatría del poder, fetichismo y ritualismo. Por deformación de la catequesis:arcaísmo estático, falta de información e ignorancia, reinterpretación sincretista, reduccionismo de la fe a un mero contrato en la relación con Dios. Por acción del ambiente: secularismo difundido por los medios de comunicación social; consumismo; sectas; religiones orientales y agnósticas; manipulaciones ideológicas, económicas, sociales y políticas; mesianismos políticos; desarraigo y proletarización urbana a consecuencia del cambio cultural. Podemos afirmar que muchos de estos fenómenos son verdaderos obstáculos para la evangelización28.
28. En la religiosidad de los pueblos de nuestro continente no faltan, a veces, algunos elementos que son ajenos al cristianismo. En ciertas ocasiones éstos llegan a formar una especie de sincretismo construido sobre la base de creencias populares. En otros casos desorientan a los fieles, desviándolos hacia sectas o movimientos pararreligiosos. Todo esto es consecuencia de una conciencia deformada e ignorante de la verdadera fe29.
Pérdida del sentido de lo sagrado
29. Grandes sectores del laicado latinoamericano no han tomado conciencia plena de su pertenencia a la Iglesia y viven afectados por la incoherencia entre la fe que dicen profesar y practicar y el compromiso real que asumen en la sociedad. Divorcio entre fe y vida agudizado por el secularismo y por un sistema que antepone eltener más al ser más30.
30. Se percibe en las sociedades de nuestro continente un estilo de vida marcado por el materialismo y el consumismo que, lejos de proporcionar la felicidad buscada, produce una gran insatisfacción en los seres humanos. Muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo, movidos por el mero deseo de posesión y disfrute de los bienes materiales, experimentan en realidad un vacío interior que confirma las palabras de San Agustín: «Nos has hecho, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en Ti»31. Esta inquietud, presente en todo ser humano, «revela la universalidad en la búsqueda de sentido a la existencia humana que sólo encuentra su razón de ser en Jesucristo, revelación del Padre en el Espíritu»32.
31. El afán materialista lleva a perder el sentido de lo sagrado en lo personal y en lo comunitario. La misión de la Iglesia es atestiguar la existencia de Dios y la obra de Jesucristo, es la de ofrecer caminos de encuentro y comunión con el mundo sobrenatural.
32. Para cumplir esta misión sagrada la Iglesia cuenta con la liturgia, en donde ella expresa y vive su fe en el misterio, impregnando de lo sagrado al hombre en lo particular y como comunidad.
33. El misterio que celebramos en la liturgia es en primer lugar la obra de Dios, lo que Él obra en nosotros y por nosotros. La liturgia es una arquitectura inspirada por la Biblia y la Tradición, cincelada por la Iglesia como Esposa de Cristo. Hay que entrar en ella con actitud de servicio y no de manipulación. Se entra en la liturgia dirigiéndonos a Dios para recibirlo. La celebración está hecha esencialmente de escucha, acogida, obediencia. No es una palabra humana, sino una respuesta humana a la Palabra de Dios.
34. La liturgia no es el ámbito donde yo voy a desempeñar un papel. Es la casa en la que soy huésped. El actor del drama litúrgico no es el hombre, sino el Hombre-Dios, Jesucristo en persona.
35. Sin esta visión de fe, la liturgia no tiene ningún sentido: se parece a un extraño y penoso teatro, que desde luego no justifica una asistencia todos los domingos.
36. Nunca comprenderemos la liturgia. No porque no contenga nada comprensible, sino porque, dado que es el resultado de haber dado forma a los misterios de Cristo, nunca llegaremos a abrazarla toda. Es ella la que nos abraza.
37. La liturgia, que nos abre y pone en contacto con el Invisible, con el Misterio, se ha vuelto tan humanaque lleva a los cristianos a la búsqueda de lo espiritual en los cultos esotéricos, que lo ofrecen de modo adulterado.
38. Ha habido una época en que se creía que la desacralización acercaría a los fieles a la liturgia. Este error ha costado caro a la Iglesia. Si todo es sagrado, desaparece lo profano. Pero si todo es profano, desaparece lo sagrado. Hay que conservar una sana tensión entre la fe y el mundo, entre el cielo y la tierra. Que los domingos no sean como los lunes y que el lenguaje de la Eucaristía y demás sacramentos no se despoje de lo divino33.
39. «No se ha logrado aún plena conciencia de lo que significa la centralidad de la liturgia como fuente y culmen de la vida eclesial, se pierde en muchos el sentido del “día del Señor” y de la exigencia eucarística que conlleva... Aparecen quienes intentan apropiarse de la liturgia sin consideración de su verdadero sentido eclesial... No se atiende todavía al proceso de una sana inculturación de la liturgia; esto hace que las celebraciones sean aún, para muchos, algo ritualista y privado»34.
40. Todo esto genera una falta de coherencia entre la fe y la vida de muchos católicos. La falta de formación doctrinal y de profundidad en la vida de fe no sólo hace que muchos católicos sean presa fácil del secularismo, el hedonismo y el consumismo, sino que incluso los vuelve incapaces de evangelizar la cultura moderna35.
0 comentarios:
Publicar un comentario